lunes, 18 de junio de 2012

Te amo




Te amo. La figura no remite a la declaración de amor, a la confesión, sino a la proferición repetida del grito de amor.

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3. La palabra (la frase-palabra) no tiene sentido sino en el momento en que la pronuncio; no hay en ella ninguna otra información que su decir inmediato: ninguna reserva, ningún depósito del sentido. Todo está sobre el tapete: es una "fórmula", pero está formula no corresponde a ningún ritual; las situaciones en que digo te-amo no pueden ser clasificadas: te-amo es irreprimible e imprevisible.
¿A qué orden lingüístico pertenece pues este ente curioso, está ficción de lenguaje, demasiado fraseado para depender de la pulsión y demasiado gritada para depender de la frase? No es ni siquiera un enunciado (ningún mensaje se congela, almacena, momifica en él, listo para la disección) ni tampoco de la enunciación (el sujeto no se deja intimidar por el juego de los lugares interlocutores). Se la podría denominar una proferición. A la proferición no le corresponde ningún lugar científico: te-amo no compete ni a la lingüística ni a la semiología. Su instancia (eso a partir de lo cual se lo puede hablar) sería más bien la Música. A semejanza de lo que pasa con el canto, en la proferición de te-amo el deseo no es ni reprimido (como en el enunciado) ni reconocido (ahí donde no se lo esperaba: como en la enunciación), sino simplemente: gozado. El goce no se dice, pero habla y dice: te-amo.
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"Fragmentos de un discurso amoroso", de Roland Barthes.