Voy a correr la cortina de gasa despacio, lo voy a coordinar con mi respiración de sueño. No deseo que se descosa, todo objeto hermoso es proporcionalmente frágil. Tus ojos no se despegan de mi movimiento, pareces hipnotizado por la luz que se cuela por el género -se ve una danza perfectamente desordenada-. Un haz de luz se posa en el diente que te rompiste cuando eras un enfant terrible -esa eterna siesta de enero escondiéndote de una avispa, nunca se lo has contado a nadie- tu mirada se ríe, tus dedos nunca tan largos se desparraman como mala hierba sobre el parquet que son teclas de un burocrático piano que recrea melodías de esa sepia cajita musical. La desnudez se pronuncia, se aproxima lo rojo, es un vino rosado que se vuelve tinto, los haces de luz se fusionan, una bailarina comienza a girar. En gotas comienza a caer por la habitación que ve al pulmón de manzana. La luz quiebra la intimidad, nuestra lucidez jamás ha estado tan despierta.
-Almidonado y extraño instante hemos sido-