lunes, 2 de diciembre de 2013

Le quatre cents coups- Los cuatrocientos golpes- The 400 blows.

Análisis con Foucault
“Los cuatrocientos golpes” es una película en donde Truffaut crítica el funcionamiento de la lógica Estado-Nación, como autoridad, que mediante la creación  de un conjunto de instituciones destinadas al disciplinamiento logra hacer del individuo lo que este necesita, como pública Ángel Díaz Barrigas “la sociedad industrial necesita al hombre productivo todas las otras esferas que conforman al ser humano deben ser sacrificadas o subordinadas en función de este ideal social”. Foucault sitúa a estas sociedades disciplinarias entre el siglo XVIII y XIX dentro de los proyectos de la modernidad,  a partir de la  concentración y composición en el espacio y tiempo una fuerza productiva para esos Estados recién emergidos, en donde había una finalidad política: la constitución del ciudadano, la homogeneización de la población; y desde el punto económico surge con la Revolución Industrial,  la necesidad de mano de obra, nace el obrero, siendo esencial ya que  el progreso y desarrollo de un país se veía a partir de su industrial, esencialmente el hierro.  Foucault denomina de poder disciplinario, al nuevo modo de ejercicio del poder a través de la vigilancia y el castigo, es más rentable normalizar, domesticar a los sujetos para volverlos productivos, que exterminarlos o segregarlos. Un claro ejemplo de ésto, y en nuestro país, es el modelo educativo que implementó Sarmiento, en donde a través de la educación, alfabetización, unificó a la población, a la barbarie, y a la que no puedo la extermino sin piedad.  Para Foucault el momento histórico del poder a través de la disciplina es cuando a través del vínculo en el mismo mecanismo hace esa domesticación más fuerte, en sus propias palabras "(...) el momento histórico de las disciplinas es el momento en que nace un arte del cuerpo humano, que no tiende únicamente al aumento de sus habilidades, ni tampoco a hacer más pesada su sujeción, sino a la formación de un vínculo que en el mismo mecanismo, la hace tanto más obediente cuanto más útil, y al revés".
A través de este descubrimiento los Estados-Nación crean instituciones, llamadas máquinas del poder, dentro de la cotidianidad, en el detalle, en las pequeñas cosas, como la medicina, la escuela, la cárcel, todas ellas instituciones de encierro.
En la película vemos a un niño, Antoine, deambular de uno a otro espacios de encierro creados por el mismo proyecto burgués  que fue parido con el ideal de la emancipación humana mediante la razón.  La familia, creada mediante obligaciones que el Estado-Nación impone a padres e hijos, elimina a esa gran familia feudal donde el niño era indiferente para sus entorno, y a veces hasta temido para recortarse  en un medio que envuelva, mentanga y favorezca el cuerpo del mismo; se construye la familia como la conocemos hoy (el grupo padres-hijos), se implementa el cuidado a ese niño; Philippe Aries declara “... El hombre occidental ha experimentado el siglo XVIII y en el  XIX una revolución en la afectividad… Sus sentimientos (...) se concentran más en el hijo” . Pero Antoine no posee este amor, con un vacío familiar, ante una madre severa que no quería tenerlo, y un padrastro indiferente, con leves aproximaciones al niño, es el niño un criado que prepara la mesa e intenta de todas formas ganarse su afecto sin lograrlo. Sólo habrá un interés de su madre hacia él cuando Antoine la descubre con otro hombre, deseando que este mantenga el secreto, pero nunca habrá un real vínculo de su familia hacia él, una disposición a conocerlo.
Todas estás instituciones (familia, escuela,  cárcel, el centro para menores delincuentes)  participan en un tipo de relación denominada por Foucault como analógicas: instituciones que organizan  su actividad desde dispositivos y operaciones asociados a la vigilancia jerárquica, a las sanciones normalizadoras, al examen, difiriendo según cada institución . Antoine se escapa e ingresa a una institución de encierro, y cuando  no se lo encuentra en alguna de ellas -como cuando los padres van a buscarlo a la escuela-, se lo busca en otra institución, porque según Deleuze el sujeto según este poder disciplinario debe pasar de una institución a la otra, de otra forma sería un incivilizado.
En “Los cuatrocientos golpes” se ve más nítidamente esta disciplina del poder en  la institución escuela,  esa escuela creada bajo las ideas de libertad ,fraternidad e igualdad, y al mismo tiempo de control y sometimiento del hombre, que se debe adaptar pasivamente a las condiciones de su sociedad, una escuela que  deseaba la liberación del hombre mientras creaba en él cadenas. La escuela que vemos en el film, es reproductivista de la ideología dominante, con claros indicios de militarización: Truffaut utiliza una cámara subjetiva, como la mirada de un alumno más que  deambula en el aula, mostrando a los niños subsistiendo en ese mundo desnatural, descontextualizado y hostil mediante planos cortos que junto a el blanco y negro acentúan la sensación de encierro, en un espacio sombrío y oscuro; mostrándonos el orden del espacio escolar, a través de bancos fijos que reprimen al cuerpo y su movilidad, la formación de filas, el uso del silbato para convocar a los niños, y los castigos que aplica el maestro a Antoine, de neta metodología conductista, donde se implementa el estímulo- respuesta y el castigo como refuerzos en un alumno tabla rasa; y un docente portador del saber y la moral , que reprime todos los talentos de Antoine por ser considerados fuera del proceso educativo establecido. La larga escena de la copia del poema en la pizarra, mientras Antoine fue castigado está destinada a subrayar largamente la mayor calidad poética del epigrama de Antoine, frente a la lírica que propone el profesor, chata y desprovista de significado para los alumnos, con la validación de los antiguos, con los "modelos", con los grandes maestros de la civilización universal, una institución escolar que permanece permanentemente bajo la inercia del cuestionamiento, algo muy irreal para una construcción humana y por lo cual cambiante. Por todo ello,  vemos un profesor que no ejerce una guía donde los alumnos puedan conocer la poesía sino que la oculta- y de la misma manera sucede con la educación que propone -, reduciéndola a una simple cuestión de forma. Es un maestro que como dijimos, considera al alumno un espacio blanco donde insertar conocimientos, sin considerarlo  un sujeto que posee un bagaje cultural y vivencial, por lo cual a pesar de los esfuerzos de Antoine no es considerado por el docente, que lo encasilla como rebelde, y, ciego a toda otra consideración, no concede valor al hecho de que el muchacho se haya molestado en leer a Balzac, por ejemplo. El interés de Antoine por el escritor se une a la torpeza (en la escena  donde con una vela quema el santuario de Balzac), que no es sino una forma de reclamar afecto y compañía de los adultos.
Durante toda la película vemos las huidas y escapes de estás instituciones de encierro del protagonista y  sus capturas- arrestos , contraponiendo estás instituciones que no lo acogen, ni ayudan a resolver  su vida, sino que  le ofrece incomprensión y más obligaciones interminables y estériles, con su propia búsqueda en espacios libres, como el cine y la calle, el “mundo de adultos” donde se desenvuelve sin dificultad. Con una autonomía externa, que se puede ver claramente  en sus escapadas en la soledad urbana, preferible para él, a la que sufría en su seno familiar, donde Antoine reproduce ordenadamente las rutinas cotidianas: se alimenta, se asea como puede en la fuente. Es importante marcar esta diferenciación entre el mundo de la escuela, y el exterior, porque es uno de los rasgos fundamentales de la institución escolar del programa de la modernidad, la separación del adentro y el afuera, la división de dos espacios paralelos sin relación . La escuela es considerado como un espacio delimitado, adaptado, donde las cosas no son ni deben ser “como en la vida”.
Es quizás notable como el mismo Antoine con sus huidas de las instituciones funda la  eficacia de la lógica disciplinaria. Como claramente argumenta Marcelo Caruso en un texto reciente, "al violar o transgredir una ley nos encontramos siempre con el hecho de que tomamos esa ley en serio, sólo ese lugar constitutivo de la ley puede darnos la sensación de que su violación produce placer (...) La violación de la ley es siempre parte del mecanismo de existencia y reforzamiento de la misma". Se ve en la secuencia en que los niños salen de excursión por la ciudad, y a espaldas del profesor los niños se van “perdiendo”. Es acentuar la autoridad en su estrecho vínculo con la transgresión.
Cuando Antoine es llevado a el “Centro de Observación para menores delincuentes” , al ser descubierto  por haber intentado devolver lo que había robado, vamos un pasito más allá del disciplinamiento impuesto por los Estado-Nación,  siendo el funcionamiento de las tecnologías de poder que Foucault llama Bio-política, y que brotan alrededor del siglo XIX.  Ubicando dos grandes “revoluciones” en la historia de las tecnologías del poder: las disciplinas y el descubrimiento de las regulaciones, siendo la última un poder que se aplica a “la población”, una población que creció,  habiendo la necesidad de administrar y regular la vida de los individuos colectivamente.
La escuela ante “cuerpos dóciles” que se le resisten pide ayuda a la justicia y  a la policía, extremos complementarios de la psiquiatría y la psicología. Nace una especie de pedagogía “correccional”, mejor dicho resurge de esas prácticas educativas del internado jesuita del siglo XVI: su rigor, su elitismo, sus sistema de sanciones, su abstracción de la realidad, pertenecientes al mundo feudal, al cual se opuso Comenio, padre de la didáctica de la escuela tradicional, paradójicamente.  La palabra “observación” para esta institución no es casual, se considera al niño que no se normatiza defectuoso para estar en la sociedad, y que se debe reformar para su ingreso al sistema, no es casualidad a estas instituciones se las denomina vulgarmente “Reformatorios”.
Es importante considerar el pasaje que se muestra del “infante” al “menor”, la pedagogía se desliga del sujeto, el lugar para el “menor” no es la escuela, sino el “centro de menores”,  dejando de pensar a los niños y adolescentes como sujetos de riesgo social y desprovistos de derecho, a mirarlos como sujetos de peligrosidad social, por lo cual deben ser aislados, porque la sociedad debe protegerse de ellos, potenciales delincuentes, surge una mirada criminalizante y estigmatizada. El infante sujeto indefenso, educativo por excelencia deja de serlo, para volverse un “menor” que se debe constituir de otra forma, mediante “el rigor penal”. Hoy, en día la baja de imputabilidad de los menores en un asunto polémico socialmente, y el aumento de población penitenciaria es una realidad, pero sin buscar el origen, que es quizás la violencia y la exclusión social.
En el caso de Antoine, sus faltas a la escuela, sus travesuras dejan de ser indisciplina para volverse delincuencia. Delinquir se entiende en relación inversa a la asistencia a clase, pero ¿por quién?, ¿quiénes son las voces “autorizadas”? podemos a partir de la película pensar como se crean estás voces “autorizadas” para dialogar de educación, y como estos mismos saberes se establecen y construyen a los individuos, en el caso de Antoine señalando cuando se pasó el horizonte entre lo normal a lo patológico. Según Julia Varela, a partir de la obligatoriedad escolar, se configuraron dos infancia: las de los niños que no cumplen con la obligatoriedad a la escuela, ambulantes urbanos que tienen por territorio la calle, llamados infancia  delincuente, y los que asisten a la escuela, sin lograr acomodarse a las normas y reglamentos que en ella se impone y sin asimilar los aprendizajes que se ordenan, llamándolos infancia inadaptada o anormal.
A través del “Centro de observación de menores delincuentes” el Estado tutela a estos niños considerados delincuentes, con la idea de protección y normalización de estos sujetos, para poder gobernarlos mejor, se puede ver explícitamente cuando los padres “confían”( en realidad entregan) , su hijo a la policía la responsabilidad de “hacer algo” con el niño. Siendo Antoine excluido, es conmovedora la secuencia del niño en la comisaría, encerrado con delincuentes adultos, y sobre todo, la secuencia en que el furgón de la policía se aleja de los rótulos luminosos de la ciudad, su único lugar de consuelo, y de alegrías de la vida urbana, como el cine y andadas con su amigo René, ahora ya una pérdida irreparable.
Antoine sufre el modo de exclusión propio de las sociedades disciplinarias: la reclusión. Los excluidos son los niños, los locos y los presos, impedidos de su conciencia, son encerrados en escuelas, hospitales o prisiones con un propósito estatal: reproducción de las ideas del poder dominante, a través de la enajenación de la razón humana, la inutilización de la posibilidad humana de ser libre de poder pensar.
Antoine un niño que entra a la adolescencia, inconformista, que no sabe lo que quiere pero si lo que no quiere, se enfrenta a las instituciones, máquinas de poder, creadas para domesticar. Se resiste a ellas, a encajar en los parámetros de normatividad social que la misma le demanda. Con su deseo de libertad huye de los encierros hacia la naturaleza, a través de ese largo travelling en donde lo vemos correr por un camino bordeando fincas valladas donde se desarrolla quizá una vida auténtica, quizá una vida con la que Antoine Doniel se sentiría feliz, pero a la que no se le brinda acceso. Y en esa corrida, camino de su existencia, desaparecen esos cuatrocientos golpes que le ha dado la vida, hasta llegar al mar, sitio de libertad y deseo, de un futuro incierto y repletos de posibilidades, en  donde como un momento de lucidez, Antoine con su rostro repleto de cicatrices  queda congelado.