jueves, 9 de febrero de 2012

Una noche predispuesta


Estoy rodeada de cosas que dicen ser mías,
de recortes de historia de una niña desconocida,
tomo a sorbos partes de alguien que se ha disuelto en palabras.

Caligrafía extranjera;
no reconozco nada acumulado en esta habitación,
quizás nunca estuve aquí.
Lo mío está allí,
(te señalo la ventana, que abierta deja entrar un suspiro)
en el crepúsculo,
en las bocas de tormentas,
en algún bar de París y
alguna esquina de Villa Crespo.

Estoy en el porvenir,
que ansiosa espero para invadir,
noche
de sangre y surrealismo.

(Y te escribo, amor)

Creo en la eternidad del hombre... en mí

La madrugada de ayer estaba en ese fugaz pero insalvable momento en que uno sospecha de la felicidad y comienzas a dudar del porvenir. Y recordé un cuento que leí en la primaria que me gustó mucho, "El hombrecito del azulejo". Un niño enfermo y la Parca que mira su reloj esperando la cita en el pozo de agua, y trágica como soy, con mi síndrome de "maniática al dolor" pensé en que lugar estará ahora en su espera; no puedo caer en cosas menores pero no hubo más que eso, un fugaz momento que quedó pequeño y vencido por el sueño.
En la plenitud del ayer, próxima a la hora mágica Fer me estaba acompañando a mi casa, tomamos algo en un bar en plaza Armenia y sólo faltaban dos cuadras para que nos despidamos en Paraguay, por un ratito porque a la noche íbamos a volver a dormir juntos. Pero antes hubo una parada obligada, por fuerza mayor, en búsqueda de unos cigarrillos. Fer me pidió que los compre yo, él iba a revisar un mensaje de texto. Salí y me dijo "Tengo algo malo que contarte". No sé porque pensé en la Parca, en la del cuento, en la de cada barrio que le gusta que le hablen en francés. Y aunque algo me insinuaba que estaba en lo cierto, fue imposible no resistirme a ello cuando todas las palabras completaron la oración.
Luis te lloramos en la plaza, en el camino a casa, en la Iglesia, durante toda la caída del Sol. Nos abrazamos, y sé que queríamos despertar, creer que ésto no era más que una pesadilla. Sin darnos cuenta que estabas sonriéndonos en las canciones, en la memoria de Fer, en las cartas de amor (de un romance donde desde mi parte sos la música con "Cielo de ti"), en un regalo de navidad...
Hoy nos duele todo y no somos los mismos que hace 24 horas, pero tu cuerpo fue sobrepasado por tu alma. Sos tanta luz, que ahora quedó disuelto en en el aire y por eso hoy todas las nubes tienen forma de corazón, por eso anoche en el taxi cuando miramos el cielo encontramos una estrella nueva, un inmueble galáctico recién vendido, la 7ma., la luz siempre joven.
Te amamos, te tenemos acá amarradito a nuestras almas.

Por siempre,
te abraza una muchacha con ojos de almendra

Gracias por estar junto a mí cuando todo era tanto silencio.