Camuflarse entre las miradas grises y adoquines.
Cambiar mi nombre, y olvidar quien soy.
Un florido antifaz para ver al mundo a colores,
una armadura de hierro para el frágil corazón.
Un historia cada día, un final y un comienzo.
Diversión con la tragedia de no recordar,
de ver siempre un único amanecer.
Sin rótulos, sin fechas de vencimiento,
la felicidad de no tener memoria.
Creo que ya no sé quien soy.
martes, 10 de marzo de 2009
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