Escribo en un cuaderno el lenguaje creado bajo tu inspiración, para plantarlo bajo tu almohada para que cada noche te despierte a besos, llevándote a explorar el verde laberinto. Jugáremos a la escondidas; cuento hasta 1975 o quizás te deje un poco de ventaja extendiéndolo a 1990. Correré buscándote en cada rincón y me aterraré al no encontrarte. Derramaré lágrimas de hiel mientras la oscuridad insinúa llegar acompañada de fantasmas de otras vidas, sorpresivamente apareces a través de mi ombligo. Sos como las estaciones, siempre cambias la fotografía. Eternamente serás el nostálgico y radiante otoño, mi lugar celestial. ¿Me perdonas?, es que a veces me olvido que soy parte de vos. Agotado caes encima mío, soy un acolchado de pétalos de jazmín. Tomaremos una taza de té de melisa y nos quedaremos dormidos, pero antes te abrigaré con mis alas y susurraré esa canción suave de calesita. La que revelarás en un encuentro junto al mar y los acantilados que el atardecer devora, entretanto me cocías con delicadeza mis alas deshilachadas. Lo recuerdas (el silencio eterniza el destello del lucero). Te veré silenciosa y tibia con tu esencia como piel a las 5:45 a través de los rayos de luz que con su carácter insistente logran llegar a tu rostro de niño, deseosas de ver tus ojos azules... y sonreís, la puedo ver (aquí-allí) a mi lado y (aquí-allí) en el jardín y no podré resistirme a que te despierte a besos llevándote ...
(en constante proceso. No se sabe hacia donde, sólo se posee un presente de carne y signos)
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