En la plenitud del ayer, próxima a la hora mágica Fer me estaba acompañando a mi casa, tomamos algo en un bar en plaza Armenia y sólo faltaban dos cuadras para que nos despidamos en Paraguay, por un ratito porque a la noche íbamos a volver a dormir juntos. Pero antes hubo una parada obligada, por fuerza mayor, en búsqueda de unos cigarrillos. Fer me pidió que los compre yo, él iba a revisar un mensaje de texto. Salí y me dijo "Tengo algo malo que contarte". No sé porque pensé en la Parca, en la del cuento, en la de cada barrio que le gusta que le hablen en francés. Y aunque algo me insinuaba que estaba en lo cierto, fue imposible no resistirme a ello cuando todas las palabras completaron la oración.
Luis te lloramos en la plaza, en el camino a casa, en la Iglesia, durante toda la caída del Sol. Nos abrazamos, y sé que queríamos despertar, creer que ésto no era más que una pesadilla. Sin darnos cuenta que estabas sonriéndonos en las canciones, en la memoria de Fer, en las cartas de amor (de un romance donde desde mi parte sos la música con "Cielo de ti"), en un regalo de navidad...
Hoy nos duele todo y no somos los mismos que hace 24 horas, pero tu cuerpo fue sobrepasado por tu alma. Sos tanta luz, que ahora quedó disuelto en en el aire y por eso hoy todas las nubes tienen forma de corazón, por eso anoche en el taxi cuando miramos el cielo encontramos una estrella nueva, un inmueble galáctico recién vendido, la 7ma., la luz siempre joven.
Te amamos, te tenemos acá amarradito a nuestras almas.
Por siempre,
te abraza una muchacha con ojos de almendra
Gracias por estar junto a mí cuando todo era tanto silencio.
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